Llovía. Frente a un gran ventanal nos observábamos. El agua golpeaba furiosa contra el vidrio.
Olía a humedad en aquel bar, y un hilo de jazz se perdía en el ambiente.
Tu capuchino humeante mediaba entre nosotros. Yo había puesto el cigarro y el rojo en los labios.
Vos dabas sorbos al café, yo te clavaba los ojos y las ganas.
Me levanté y me seguiste. Salí a empaparme de agua y noche. Atravesé dos calles sin darte tregua. Giré en la bocacalle oscura, y allí te esperé.
No eramos más que dos almas desbordadas. Tus manos dibujando mi silueta, las mías abriendo urgentes tu cinturón.
La lluvia, la noche, el deseo. Besos y lenguas y mordiscos y roce y forcejeo y temblor....
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