Soy la Otra de una tal Lola.
La que se alberga en el interior de una dama convencional. Soy las dos. Y de ésta, también soy la Otra.

Cualquier parecido con la realidad en personajes o historias, es mera intrascendencia.

domingo, 4 de septiembre de 2016

Gevas

Un camino sinuoso lleno de árboles. Una motocicleta guiando mi coche. Un cuerpo fibroso serpenteando se desliza con seguridad a uno y otro lado, casi cae en cada curva y se levanta de su propio peso en la velocidad.
Me gusta aquel cuerpo, me gusta demasiado. Me gusta que domine esa moto enorme, me gusta que me guíe ahora por la carretera con la misma autoridad con la que se aproximó para besarme, la primera vez.
Sade en mi coche inundando con su voz la vista petrificada en aquel cuerpo. Yo conduzco pero toda mi energía lo persigue. Mi calor lo persigue.

Pude haberme entregado. Lola estaba sola y yo me sentía profundamente sola, ambas éramos la combinación perfecta de la soledad. Impenetrables ambas tuvimos que alejarnos. Nos alejamos cuando el peligro invitaba a abrirnos. 
Aquel cuerpo era una cima por la que yo había subido frenética, y frenética me había alzado ella con una pasión desbordante. Con una locura inusual a la que yo no temía.

Sexo constante, ardiente, perpetua llama diría la poesía.  Si, pude haberme entregado. Pude haberla querido.
Pudo haberme enajenado su mano surfeando mi cuerpo,  asiéndome con furia y suavidad desconocida. El arnés que colocó en su cuarto y sujetaba mis piernas. El sexo atropellado al cruzar la puerta, el no dar tiempo a llegar a la cama, despertarnos de madrugada y volver a domar la fiera.

Pero no volví jamás a Gevas.

sábado, 27 de junio de 2015


Vuelve el calor a esta ciudad, y con él mi propia avidez corpórea. La temporada de sexo casual que ha sido siempre constante se renueva a cada mes, ese es mi calendario. Nuevas normas, nuevo ritmo: nunca repetir encuentros ni contar la propia historia. Olvidarse de los nombres al atravesar la puerta. Los más difíciles son los inolvidables, los que tienen claro que aunque sea conocido el final, el ritual de la seducción es asunto obligado. Y no como regla sino como parte de la naturaleza de este juego. Abstenerse quien no contemple el cortejo sincero.
Estoy sola, si. He vuelto a casa con Lola y es lo que quiero.

martes, 5 de agosto de 2014

Calor

Podría justificar mis salidas furtivas con la visita a alguna amistad. Pero no me apetece. Estoy caliente y enferma de orgasmos. Dos manos, cuatro manos, seis manos no me sacian. Es todo o nada en este verano español. Salgo de caza una vez más. Qué eclosión de hormonas me persigue, que fuego avivado sediento de piel y tacto. Tanto sudor y tanta ansia restregándose con otro. Lamer y gemir, eso quiero.

domingo, 12 de enero de 2014

Ocultos

Jonás siguió durante muchos años ocupando algún hueco en el tiempo de Lola. De tanto en tanto, muy de tanto en tanto, como una buena forma de reavivar la pasión tras el tiempo hibernado del recuerdo del otro.
Jonás seguía siendo un tipo más que atractivo al paso de los años. Lola le resultaba igual de excitante a él.
Creo que fueron tres años los que marcaron la ausencia entre ambos desde la última vez.
Yo decidí renovar los votos sexuales inexistentes que podrían haberse hecho ellos en algún momento.
-Un café la semana entrante, que hace tiempo que no te veo y nos ponemos al día.
Y la semana entrante llegó sin preámbulos ni expectativas por parte de Lola. Si he de ser sincera, ni siquiera se acordaba.
Pero a las ocho un mensaje: -Sigue en pie ese café?
Y Lola se subió a su coche cuando él la recogió en la puerta de su casa.
Luces, música, otra caña por favor y terminaron en casa de Jonás abalanzándose uno sobre otro en el sofá después de disimular mutuo interés por proyectos personales.
Jonás jadea sobre Lola, embutida en las mantas pues tiene frio. Su pene vuelve a recordarle a Lola el mismo aguijón que la ha penetrado tantas veces. Es como un cuchillo sin peligro que cercena cada pliegue. Pero a Lola no le importa pues soy yo la que dirige su cuerpo que serpentea bajo el de él.
Y después de tantos años, ya no quiere preguntarse por qué el sexo anodino con Jonás. Por qué renueva el contacto si no hay rareza en el encuentro. Por qué sigue eligiendo no desplegar nuestra pasión, o nada.
Le hago prometerme que si vuelve a las andadas, tendrá que ser con quien nos haga vibrar a ambas por igual.

martes, 20 de agosto de 2013

La cena

En los años en que Lola disfrutaba de una soledad pasmosa, perdida entre la gente, en sí misma y sirviendo mesas conoció a una pareja peculiar. Frecuentaban el café a diario y, con tanto roce, se fue creando entre ellos una relación especial. Al principio sólo charlaban con Lola mientras ella colocaba las infusiones en la mesa. Poco a poco las visitas al local se hicieron regulares y pronto estaban quedando fuera para compartir alguna salida.
La pareja rondaría los cincuenta años. Lola no llegaba aún a los treinta. Él era un hombre charlatán y regordete, ella callada y observadora.
Una noche se presentaron en casa de Lola con una cena típica.
La noche y la charla fueron avanzando hasta que la mujer mencionó que su marido había sido masajista deportivo, que era muy bueno, que probara a darle a Lola masajes en los pies.
Lola reía y dejó caer sus pies en el regazo del hombre ante la autorización de la mujer.
Cuando se fue relajando y disfrutando se tumbó en el sofá que ocupaba. El hombre susurró a su mujer que apagara la luz.
Lola confiaba en la pareja, se estaba dejando llevar. No había nada de malo en unos masajes de pies autorizados por la propia mujer de quien los daba.
No recuerda cómo, tampoco le resultó alarmante, pero yo salí sin permiso y fluyendo totalmente con la situación.
Me situé encima de él, que ahora ocupaba el largo del sofá, tumbado y jadeante.
Sólo recuerdo el nombre de ella, Graciela.
Agarré su pene y lo hundí en mi sexo, por debajo de una larga falda pareo que apenas ya me cubría.
Alargó sus manos y subió mi camiseta. Más se excitó al contacto con mis senos, e hizo de narrador.
-Sabes lo que está haciendo Graciela? -me dijo en tono viejo verde libidinoso- me está comiendo las bolas.
Ni me giré. Bastante entretenida estaba montando al potro adusto.
Me pidió que lo besara y apenas choqué sus labios. Sólo quería retorcerme encima y atraer sus manos callosas al contorno de mis pechos.
Él más gemía en cuanto yo más me los hacía apretar.
-Graciela, trae el huevito- le dijo a su mujer.
La tipa no hacía ni un ruido, tampoco se le había ocurrido tocarme un pelo. Se ve que le ponía que su marido se lo montara con otra.
Graciela me acercó un instrumento pequeñito. Era un huevo kínder del que salía un cable, y activó el aparatejo antes de que el marido me lo pusiera justo encima del clítoris.
Aquello empezó a vibrar, y yo al unísono. Creo que resultó más fructífero que el tipo (o más rápido), porque en cuanto el huevo hizo su efecto y me dio un orgasmo alucinante, me aparté de su cuerpo inmediatamente.
Volvió Lola por razones inexplicables a apoderarse de mi cuerpo, se bajó la falda y la camiseta, caminó hasta la puerta y se las abrió.
-Tengo que levantarme temprano mañana-les dijo.
En cierto modo, entiendo su actitud. Los tipos no jugaron limpio, no avisaron sus intenciones, y, de algún modo, se aprovecharon de la soledad y el candor de Lola que, aquella noche, había aceptado la invitación a cenar.
Graciela recogió sus cosas. El marido se levantó subiéndose los pantalones.
No sabían muy bien qué decir. Sólo se marcharon por la puerta abierta sostenida por Lola, que se dejó besar por ella.
Al día siguiente Lola fue a trabajar, había sido una noche muy loca para ella, su primera experiencia sexual con dos personas a la vez y no podía dejar de pensar en esto durante toda la jornada.
Sobre las once se masturbó en el baño, con un ímpetu fuera de lo común.
La excitación le duró hasta la noche. Se acercó a casa del amante de entonces y lo asaltó sin pudores casi al entrar.
Después de unos días, Graciela apareció sola en la cafetería. Se pidió una infusión sin decirle una palabra.
Lola no le hizo mucho caso, pero intuyó que la pareja hablaría sobre la técnica de abordaje.
Después de una hora en que a Graciela le dio tiempo a leerse el periódico, tomarse una infusión y fumarse dos cigarros, Lola se acercó.
-Ya sabes donde vivo y mis horarios. Pero vas sola.

domingo, 6 de febrero de 2011

Contracturados

Lola está metida en el confesionario. De pie frente al cura, que empieza a acariciar sus muslos por debajo del uniforme. Piel de ángel, le dice. Y Lola se emociona pensando en que está más cerca del cielo.
Todo ha ido tan rápido que apenas se dio cuenta. Una confesión torpe sin encontrar las palabras adecuadas, pero él la asió amorosamente e intentó tranquilizarla.
La cita por la noche, necesita unos masajes. Lola se presta solícita, inocente.
Es un hombre de mediana edad, calvo y robusto. Lola entra en su cuarto, tímida y retraída como es.
El cura le sonríe, le roza tiernamente la barbilla y consigue ruborizarla. El estómago encogido, salta el corazón en su garganta.
El cura le indica la zona a masajear, y que es mejor sentarse encima y hacerlo con el vaivén del cuerpo. La Lola servicial obedece, sube la falda de su uniforme y se coloca con esmero tal y como el cura le indica. Sur con sur en movimientos lentos y apretados. A Lola le preocupa empezar a sentir un gusto nuevo, desfalleciente, que crece al ritmo del roce.
Las manos del cura circulan lascivas por sus nalgas. Mete su cabeza en el hueco de la camisa de Lola, que asoma los pechos pequeños y turgentes. Pechos de ángel-Y Lola sonríe agradecida.
Cosquilleo y gemidos. Cosquilleo creciente. Lametones, la camisa desabotonada por completo, pezones rígidos dentro de la boca del cura, que aprieta el trasero de Lola al compás del masaje...
Lola conoce al detalle la habitación del cura, lo visita complaciente cada vez que él se contractura. Yo no hago más que desearlo y, cuando las luces de la habitación que comparte con otras chicas se apaga, enseño a Lola cómo recrearse en lo que él le hace sentir, cómo tocarse como si fueran sus manos manoseándola. Un mundo nuevo se ha abierto para Lola, un mundo en el que tengo cabida y puedo gobernar. Pero Lola sigue atolondrada, sin querer pensar demasiado en lo que está viviendo, sin entender hasta qué punto es consciente de mi existencia y mi riesgo.
Intuye que algo no va bien, intuye que debe callar, intuye que no puede acercarse al cura como si la intimidad compartida pueda hacerla un ser más familiar que los demás.
Cierta noche él la espera con la cocinera, una mujer gruesa de pechos enormes que la guía colocándola encima del cura, sentada de espaldas a él.
Mi instinto controla la mano de Lola, que coge el miembro del cura y lo sujeta entre las piernas, con su mano derecha lo aprieta contra sí, lo aprieta fuerte contra su cuerpo mientras pregunta si así está bien. No quiere moverse demasiado, no quiere demostrar que los masajes prodigados son a mí a quien más le gustan y que tiene ganas de quejarse, igual que lo hace él. La cocinera se acerca a ambos lentamente, abre su camisa con parsimonia y se coloca frente a Lola. Saca sus grandes senos y comienza a frotarlos con los de Lola. Gruñe y suspira mientras su lengua voraz le recorre la boca y le enseña a besar.
La atrae contra sí hasta que Lola se pierde en sus ubres, hasta que la que hay en ella, que soy yo, me olvido del cura y sus masajes y no hago más que deleitarme en aquel cuerpo mórbido que provoca tanto placer. La cocinera se retuerce mientras el cura toma una mano de Lola y le indica que también masajee a la cocinera. Lola lo escucha asentir, lo escucha rogar para que ella siga.
Me excitan sus palabras, me excita que los tres se muevan frenéticos a un mismo ritmo. Jadean y se mueven, resoplan y se embuten.
En un movimiento suave y rápido, la gruesa mujer atrapa a Lola subiéndola a la mesa. Hunde la cabeza entre las piernas de Lola, a la vez que levanta la falda para que el cura se masajee en su gran trasero. Lola piensa si ese estado será la inconsciencia. Ya no le importa moverse y gemir el placer que ha estado disimulando. El cura se masajea con empujones en las nalgas de la mujer. Me encanta que con cada impulso, ella entierre más la cabeza en las zonas húmedas de Lola. Ella cree que han sido muy amables considerándola en su juego, y que no todo el gozo sea para el cura. Yo, extasiada ante la nueva experiencia, estallo un quejido en la boca de la cocinera, que ahoga el suyo en mi vulva, en tanto, el cura gime por última vez su contractura.

martes, 20 de julio de 2010

Café del Mar

Llovía. Frente a un gran ventanal nos observábamos. El agua golpeaba furiosa contra el vidrio.
Olía a humedad en aquel bar, y un hilo de jazz se perdía en el ambiente.
Tu capuchino humeante mediaba entre nosotros. Yo había puesto el cigarro y el rojo en los labios. 
Vos dabas sorbos al café, yo te clavaba los ojos y las ganas.
Me levanté y me seguiste. Salí a empaparme de agua y noche. Atravesé dos calles sin darte tregua. Giré en la bocacalle oscura, y allí te esperé.
No eramos más que dos almas desbordadas. Tus manos dibujando mi silueta, las mías abriendo urgentes tu cinturón.
La lluvia, la noche, el deseo. Besos y lenguas y mordiscos y roce y forcejeo y temblor....

domingo, 21 de marzo de 2010

Desdobladas

Lola conoció a Jul hace mucho tiempo. Tenía poco más de veinte años, cuerpo atlético y un gusto por las mujeres mayores que ella bastante acusado. Nos liamos al salir de un antro que ya no existe, Rocky Racoon. Creo que yo empezaba a ser para Lola más heavy que aquel sitio.
Pasé la noche con ella y esa fue la perdición de Lola, terminé por salir y aferrarme a todo lo que pudiera para mantenerme fuera.

Pero Lola no puede dejar de verme como algo inapropiado y detestable que hay que desterrar. Estoy completamente sana, pero no podemos evitar enfermar cuando lidiamos la una con la otra.
Es ahí cuando Lola se derrumba y me aniquila. Me encierra en lo más alto de su castillo de naipes. Se olvida de mí durante temporadas hasta que consigo salir. Así ha sido siempre.
Lola nunca reconocerá que la he salvado de sus historias. Si yo no aparezco ella sigue enfrascada en seudoamores, soy la única que me atrevo a ir detrás del viento para que escuche su nombre.
Y Lola es consecuente. Entiende que cuando abre la puerta ya no hay marcha atrás, aunque luego vuelva a sepultarme. Siempre ha sabido que cuando decide liberarme es la hora señalada. "La hora de partir, oh, abandonada..."
Lola tiene todos los sentimientos agolpándose en su fragilísimo cuerpo. Será por eso que yo no siento.
Será por eso que soy yo la que blasfema, la que no ama, la que utiliza un lenguaje grotesco cuando quiere hablar claro, la que va de cama en cama anhelando encontrarme con ella, conmigo, con otro ser que no esté partido, con la mismísima vida que nos ha desdoblado.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Swinging

-Cuándo iremos?- No deja de inquirir Jonás cada vez que me visita.
-No tiene gracia ir con vos- Le respondo siempre.
-Pero podemos ir...Nos tomamos una copa y.. vemos- Agrega.
-Y qué es lo que vemos? Gente que folla? Gente que se nos acerca para un intercambio? Tendría morbo si vos fueras mi pareja y me ves o te veo tirándonos a alguno. Pero que sexúes con todo el mundo delante de mis ojos a mi no me mueve un pelo. Y para acostarme con gente no necesito pagar 50 euros la entrada.
-Son 50 por pareja-Continúa él.
-Da igual, andá con tu mujer si tanto te apetece. Lo mismo se espabila.
-No me jodas, tesoro.-Resopla.
-De vez en cuando te dejas, encanto.

martes, 2 de marzo de 2010

No hay forma

Me levanto excitada, me acuesto excitada.
Esto es la revolución.
Incandescente.
Necesito tacto y piel, placer y sabor.
Mañana no sé.
O mejor dicho, Lola es la que no sabe.
La Otra que hay en ella, la Otra que soy necesita cazar.
Pero va de un sitio a otro con una pose serena. Ejecutándo la misma cotidianeidad sin sorpresas. Todo está estipulado, todo está rigurosamente comedido en sus rutinas. No quiere oirme, se niega a escuchar lo que le pido a gritos.
Se avergüenza, me esconde, pretende aniquilarme y eso la hiere, la deja insatisfecha y a solas. Pero yo soy más fuerte, me ha abierto la puerta y ya no puede dejarme encerrada. Es cuestión de tiempo, es cuestión de tácticas.

Tango para tres

Llego tarde y empapada.
-Me sorprendió el diluvio universal- digo mientras les doy un par de besos.
Estoy incómoda y necesito secarme así que me dirijo al aseo. Camino lentamente para que me vean sin prisas.
En una hora me abren la puerta y otra copa.
Luego un sin fin de caricias, besos húmedos, lenguas que se reparten por cada poro.
Con ella jugamos hasta saciarnos, nos calentamos y nos lamemos sin tregua mientras él nos acaricia.
Ella se corre en mi boca y cuando parece que la excitación no puede ser mayor, la separo de mi y mirándola fijamente le digo:
-Ahora voy a follarme a tu chico.
Su chico se pone como una moto mientras lo empujo suavemente en la cama y me subo sobre él.
Empiezo a montarlo, empiezo a sentir el placer. En el vaivén, mientras gimo, no dejo de mirarla y le pido a su chico que haga lo mismo, y como dos animales gozando y gritando le clavamos los ojos. Entonces ella se acerca como una gata en celo, más excitada que antes.
Me besa, me lame la boca y me tumba, le ordena a su chico que siga y empieza a comerme.
Y allí estoy yo, en el paraíso, derrotada y devorada por dos cuerpos. El uno que me penetra, la otra que me recorre, mientras mi cuerpo se arquea y explota.

Mujer contra mujer

La tercera vez la noté menos nerviosa, no tenía claro qué buscaba ella en realidad pero su conversación siempre resultaba muy agradable y tenía tiempo para ese café.
Quien me conoce sabe que mi horario especial es la siesta, parece que las hormonas se revolucionan después de comer, que baja un poco la conciencia y sube la líbido. Así que me senté en la mesa dispuesta a dejarme llevar.
.....El trabajo, las perspectivas laborales, la actualidad....(Si si si si si, querida....estás muy buena...) No hay caso, no logro saber qué quiere porque ni ella lo tiene claro aún.
Pero de vez en cuando me mira con esa mirada que da un vuelco al estómago. De vez en cuando se para en mis ojos diciéndome vaya a saber qué. Y la puta Lola aparece y rehúye su mirada. Otra vez su timidez me alcanza y me debato en mi silla mientras esquivo lo que sea que quiera Jul.
Y Jul sigue sonriendo mientras busca mis ojos y mis palabras. Sé que no entiende esta dualidad ni la conoce. Sé que me vuelvo indescifrable porque Lola y yo no terminamos de hacer las paces.
Pero esta tarde...Ah! Esta tarde que empieza a ponerse nublada y huele a chaparrón....Este momento es mio y tendré que anestesiar a Lola como sea.
Jul se levanta al aseo, espero un minuto y la sigo. No hay nadie más dentro, mejor.
Me ve de pie junto al lavabo. Creo que ahora mi mirada es clara y sostenida porque entiende que puede acercarse y me besa. Ya es tiempo de tormenta, Jul.
Entonces la empujo hacia uno de los baños y le como la boca. Empieza a excitarse y meterme mano...Qué calentón más bueno...Nos chupamos, nos lamemos, nos enredamos el pelo. Mi mano se desliza por su sexo húmedo, su mano caliente entra en el mío....Qué delicia de momento, que ganas nos teníamos, qué placer el de contornearnos a la vez y disfrutar y disfrutar y disfrutar... Las lenguas juntas, mojadas, fogosas. Las manos lascivas, los pechos endurecidos con el tacto, los vientres calientes, abiertos, rogando espasmos...
-Voy a correrme- le susurro y me responde que la espere.
Jadeamos despacio, llegamos al cúlmen retorciendonos y besándonos.
Y dos cafés se han quedado abandonados unos metros más allá..
Tengo ganas de volver a verla. Lola ha tirado su número y no contesta a sus llamadas...

Viceversa

La cuestión es que cuando me revoluciono interiormente canalizo escribiendo.
Y me pasa que conocí a alguien.
No lo conocí por razones diferentes a mis contactos habituales, es decir, pasar buenos momentos y punto. Pero tuve un feeling inicial que no suele obrarse en mi sino hasta pasado un período.
Tampoco lo conozco demasiado, pero lo que ofreció hasta ahora me gusta bastante.
Me gusta sobre todo que le gusten cosas que a mi me gustan. Para mi es genial encontrar gente con la que se pueda compartir, que te despierten interés por sus cosas, sus ideas, su óptica sobre la vida.
Pero la verdadera cuestión fue el subidón que me dió la otra tarde cuando quedamos en el portal de un edificio.
"Una cita para besarse" podría ser el nombre.
Quedamos para eso, aunque parezca infantil, y tuvo mucho morbo.
Me apetecía muchísimo. Nos habíamos visto por la mañana para un café de media hora y necesitaba tocarlo, comunicarme de otra forma con él.
Así que cuando nos vimos luego, fuimos directamente al ascensor.
Se acercó despacio y empezó a besarme.
Me latía el estómago, parábamos cada vez que el ascensor llegaba a destino y nos despegábamos por si entraba alguien. En cuanto las puertas volvían a cerrarse reanudábamos.
Cómo besaba, qué labios tiene, de qué manera me movía...Pero me era imposible relajarme. En realidad yo quería guerra pero Lola empezaba a histeriquear.
Fue una situación que nunca había experimentado porque era un sitio comprometido para ella, asi que tuve que contenerme bastante para no darle rienda suelta al desenfreno, pero hubiera convertido aquel ascensor en un campo de batalla.
Me apetecía sacarle la camisa negra que tan bien le sentaba y recorrer con mi lengua ávida todo su torso, toda su espalda, toda su piel.
Besarlo sin tener que contenerme, sin pensar en que alguien pudiera vernos.
Dominar los nervios de esta Otra que no me deja ser yo misma.
Aquel hombre estaba frente a mi, pegado a mi, rodeándome, besándome, deseándome y Lola me reprimía.
No sé cuántas veces estuvimos subiendo y bajando en el ascensor hasta que apetecía pasar a otra cosa.
Pero Lola estaba intranquila y seguía contenida y nerviosa.
No era el sitio adecuado, el tiempo nos apremiaba, no era el momento oportuno....Cállate de una vez, Lola.
En realidad mi parteneir le gusta "bastante", y eso para mi es un problema, es lo que hace que ella esté cohibída, intranquila, refrenada.
Pero he decidido, si surge la ocasión, que lo que me desborde no sea otra cosa más que la pasión.
Y como dice Benedetti: "O sea, resumiendo, estoy jodida y radiante, quizá más lo primero que lo segundo. Y también viceversa"

Los estragos del calor

Fué en el mes de julio, tipo cinco de la tarde.
Yo esperaba un autobús sentada en el refugio, era la única sombra en toda la calle.
Los ojos aburridos en dirección a la llegada del autobús. Me sentí observada.
Desde un coche parado por el semáforo, justo frente a mi, un hombre me veía mordiéndose la boca. Miré hacia otra parte enseguida, instintos naturales, y mientras lo hacía comprendí que era mi escote el que había llamado su atención, además yo estaba inclinada hacia adelante, apoyando el codo en una pierna cruzada y sosteniendo mi cara.
Lo normal hubiera sido seguir esperando el autobús, pero estamos hablando de una época en que mis hormonas me tenían loca.
Volví a mirarlo, y esta vez mantuve la mirada.
Iba en un coche de gama media, tenía rasgos latinos, se me antojó cubano y cuando eso pasó lo imaginé contorneandose encima de mi y no me lo pensé.
Me gritó si iba a la ciudad, me hice la inocente.
-Si, voy a la ciudad...
-Quieres que te lleve, voy hasta el centro.
-No se, no será mucha molestia? Además no te conozco de nada...-Y le sonreí.
-Si es por hacerte un favor, que hace mucho calor y los autobuses tardan en pasar....
La verdad es que me había fiado de él desde el principio, es lo que tiene confiar en un sexto sentido.
Mientras hablábamos (y si, era cubano) yo me estaba haciendo toda la película. Cogíamos la carretera, se metería por algún camino sin mediar palabra, aparcaría en alguna zona discreta y se abalanzaría sobre mi boca y mi cuerpo. Me metería mano hasta en el último recoveco, me haría un "desabillé de babas" que tanto me gustan y terminaría penetrándome salvajemente a la voz de un "mamacita!!!" Y luego, como corresponde, me dejaría en el centro, más felíz que nada.
Yo estaba excitadísima.
Pero también pensé que era una locura, que aunque me muriera de ganas por follar con el tipo aquel, podía terminar en cualquier parte y de cualquier manera.
Así que cuando iba a decidir por una cosa o por otra, detrás de su coche paró el autobús.
-Gracias igual-le grité mientras corría a subirme en el autobús.
Pensé mientras tomaba asiento que era una pena desaprovechar esas oportunidades en que la líbido es tan alta que eres capáz de tirarte al primero que se cruza.
De todos modos, esa tarde me bajé en el centro porque había quedado con un amigo para un café y lo que se terciara. De todas formas mi dia acabó en sexo.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Despunte

Qué cuándo me mostré por primera vez? 
Lola estaba medio interna en un colegio de niñas. Después de merendar y hacer las tareas, las monjas las dejaban jugar y deambular por el colegio.
No sé cómo llegaron al hueco de la escalera donde se apilaban las colchonetas para Educación Física. Pero allí estaban. Ella tenía un año menos que Lola y un espíritu tan inquieto como el mio. De pronto salí, Lola se dejó llevar por mi impulso irrefrenable y aquella niña y yo empezamos a besarnos. Nos revolcábamos en las colchonetas y nos besábamos, sólo hacíamos eso.
La segunda vez fue un tiempo después, doce años y contacto epistolar. Me escribía cartas con una compañera de clase. Eran cartas dulces, de intensas e inocentes sensaciones. Se parecía a la amistad, pero era un secreto entre ambas.

Ahora lo sé. Ahora sé que una parte de Lola, que soy yo, vió la luz por vez primera aquel día.
Lola supo que yo era algo más que experiencias transgresoras. Lola supo que iba a ser la parte que debía  aniquilar, la que huía de las convenciones, la rebelde, la que no se conformaba con lo estipulado y siempre quería más. La hedonista, la bohemia, la que quería gritar...